¡¡...me cago en la madre que os parió!! desgraciaos...ya vereis cuando os cojaaa!! que se quien sois....!!
y las piedras volaban a pocos centímetros de nuestras orejas, mientras la adrenalina se disparaba en nuestro organismo, al tiempo que corríamos asustados, pero con una sonrisa de oreja a oreja, sorteando los arbustos, y saltando los bancales para evitar que "Frasco el del túnel" descargara su ira sobre nosotros.
No era la primea vez que íbamos al huerto de Frasco.
Escondidos en medio de las zarzas, ocultos a la vista del camino que pasaba a escasos metros, en medio de una fortaleza casi inaccesibles, a la que muy pocos sabíamos llegar, se encontraban los tres cerezos mas agradecidos de todo el pueblo.
A principios de mayo, ya estaban "doblaos" .
A veces no podíamos resistir la tentación de aguantar los pocos días que faltaban para que las cerezas que colgaban de sus ramas estuviesen maduras, y alargábamos la mano para coger, cual Baco, recostados debajo del árbol, sus frutos.
Eran grandes, casi como ciruelas, y su sabor, a pesar de estar un poco verdes aún, era dulce como el almibar.
Esa tarde, al salir de la escuela, confeccionamos la hoja de ruta.
Subiriamos por la carretera hasta el puente grande, doblariamos a la derecha por el camino de mandujar, y en el punto que ya sabíamos, esperaríamos el momento oportuno para colarnos por la entrada secreta, y disfrutar de nuestro manjar.
Y así lo hicimos...
Todo marchaba a la perfección, nos encontrábamos seguros en nuestra ignorancia de que Frasco era ya zorro viejo.
Juanito "el gato" encaramado a las ramas, tenia la boca llena, y Pepe el del "nene" y yo estábamos debajo de uno de los arboles escupiendo los huesos al suelo de tres en tes, cuando de repente, sin saber de donde, como un rayo, teníamos al enemigo delante de nuestras narices.
Daba miedo mirarle a la cara, a los ojos ensangrentados, y ni decir de la expresión de su entrecejo.
El ogro nos estaba diciendo que habíamos invadido su territorio y pocas esperanzas había ya de salir con vida.
Entonces, a Pepe, el del "nene", no se le ocurrió otra cosa que escupir lo que tenia en la boca a la cara de Frasco...
Su expresión de satisfacción por las piezas que ya se creía cobradas, se transformó en sorpresa e incredulidad, y al tiempo que se echaba las manos a la cara para quitarse la mezcla de saliva y restos carmesí que la cubrían, soltó un rabioso "cagoendios con los putos críos" .
En décimas de segundo, había tierra de por medio entre Frasco y nosotros, y a pesar de que, como escribía al principio, volaban las piedras a escasos centímetros de nuestras cabezas, y aseguraba saber quien eramos; el domingo siguiente, después de misa, en la plaza del pueblo, yo estaba con mi padre vestido de bonito, sin tener en cuenta ya aquel momento, cuando le vi acercarse hacia donde nos encontrábamos.
Se me venia el mundo abajo...
Me temía lo peor...
No sabia donde esconderme...
y cual fue mi sorpresa cuando llego hasta donde estábamos, y con un tono agradable le espetó a mi padre.
"te tengo que llevar una bolsa de cerezas, de las mías, para que las disfrutéis en tu casa. Son las mejores del pueblo"
Entonces mi padre me miró, y me dijo
"¿Has visto, hijo?, que buena persona que es Frasco, además con lo que te gustan las cerezas a ti"
Yo no pude decir otra cosa que...
"si que me gustan papá, si que me gustan"
Y miré de soslayo a Frasco pensando
"Que buena persona que eres, pero te pierde la ira"