lunes, 13 de abril de 2009

Mira

Se llamaba Encarna.

Siempre con una sonrisa en los labios, los ojos chispeantes, los piececitos pequeños andaban con pasitos cortos y abundantes de un sitio a otro. Había estudiado física en la universidad mas prestigiosa del país, y se había graduado cum laude, después de la universidad viajó por el mundo para conocer mas del pensamiento humano, de las diferentes reacciones de la gente ante el mismo estímulo, de las diferentes costumbres a la hora de saludar, de despedirse, de comunicarse, de mirarse, no le bastaba con leerlo en los libros, lo quería ver con sus propios ojos, quería saber hasta donde era materia, y hasta donde intangible.

Ese día se encontraba en Siria. En un apartahotel. Hacia calor, pero era soportable. Sentada en una silla, al lado de la ventana miraba a unos chiquillos que jugaban con un perro en la calle. Eran cinco o seis zagales que se pasaban algo entre ellos,mientras el animal iba de uno a toro intentando hacerse con el botín. De pronto llamaron a la puerta. Se levanto de su silla, caminó unos pasitos, cortos, de los suyos, acerco la mano a la manivela y justo antes de abrir, dudó. ¿seria verdad? o la querrían estafar. No había hecho tantos kilómetros, ni había esperado tanto para nada. No podía dejar pasar la ocasión de comprobar lo que tanto tiempo llevaba buscando.
 
Si era verdad, o no, lo comprobaria en ese instante. Justo detrás de de esa puerta cerrada.

Llamaron de nuevo y ahora sí que abrió.

El perro era mas rápido que el mas pequeño de los críos y le arrebató la bolsa. Salió corriendo, como sabiendo que los primeros instantes eran cruciales, y que si no se daba prisa en la carrera, lo pasaría mal. Los críos corrían detrás de él, pero no le fue difícil esquivarlos por entre los puestos del mercado. Se metió en un portal, y allí encontró a su dueño. Temeroso se acercó a él y dejó la bolsa a sus pies. El hombre, se puso en cuclillas, y guardó el tesoro debajo de su chilaba. Ya lo tenia. Ahora empezaba su verdadero viaje.

Encarna no se lo podía creer. Quince años oyendo hablar de algo que para ella no podía ser cierto, y ahí lo tenia, delante de sus ojos. No eran mas grandes que dos cerezas, pero estaban vivos. Y la estaban mirando. A ella...

...¿Y el resto del cuerpo?...en el cubo de la fregona...

2 comentarios:

una pez payaso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Granito dijo...

Ojos de agua, cubos y cubos de misterio, liquida historia, empiezo a derretirme...