sábado, 25 de abril de 2009

Biodesagradable


Con sus guantes verdes de jardinería, se afanaba en quitar las malas yerbas. Las asía de la parte inferior, y con un movimiento circular, tiraba fuertemente hasta que conseguía sacar la raíz. Una, otra, otra mas...así llevaba ya media mañana. Esa primavera había sido muy lluviosa, con lo que habían proliferado mas que los años anteriores. Cosa que no le hacia demasiada gracia, pues su jardín era muy especial, y el no haberle podido dedicar el tiempo suficiente en los meses anteriores, ahora le estaba pasando factura. El sol pegaba fuerte sobre su sombrero de paja y empezaba a sentir calor. Dejó por un momento su faena, y se encaminó al interior de la casa para beber un poco de agua. Agua fresquita, a ser posible con unos cuantos hielos para aplacar su inminente sed. Y fue entonces cuando lo vio. En un instante, la imagen del vaso de agua desapareció de su mente súbitamente, haciéndole salir de su abstracción y, llevándose consigo también la sed que hasta hacia unos segundos atenazaba su garganta. Delante de sus narices había un arbusto de no mas de tres palmos de alto, con las ramas cuajadas de yemas, de brotes, de algún tipo de fruto, o de flor, a través de las cuales se filtraban los rayos de sol que, por extraño que pareciese, desconocía. Y digo raro, porque sus conocimientos de botánica, y jardinería eran extensísimos, y reputados a nivel mundial. Pero lo que le extrañaba, no era el desconocer el tipo de planta que tenia delante. Lo que verdaderamente le desconcertó, fue el hecho que hasta hacía cinco minutos, en el lugar donde estaba ahora el pequeño arbusto, solo había un cenicero lleno de cigarrillos a medio fumar.

1 comentario:

una pez payaso dijo...
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