viernes, 15 de mayo de 2009

La habitación oscura.


El pequeñajo, con sus pantaloncitos cortos azules, de pijama de verano, y su camiseta también azul de camiones y tractores corría por las estancias de la casa como un diminuto vendaval, de un lado a otro, entraba en la cocina, salia corriendo al pasillo, llegaba al salón, bajaba los dos escalones que daban al recibidor de un salto, daba la vuelta, de nuevo arriba, al comedor, rodeaba el pasillo, y entraba en la cocina de nuevo. Con sus piececitos pequeños y esponjosos volando sobre la tarima, y sus bracitos separados del cuerpo, hacían de timones en su frenética carrera. No sabia andar, solo sabia correr y saltar. Su eterna sonrisa de oreja a oreja, mostraba unos dientes pequeños, pero afilados, como los de un cachorro que no para de jugar y provocar para que jueguen con él.
De nuevo en al comedor, enfiló su marcha hacia el dormitorio, pero se paró en seco justo a la entrada. En el umbral de la puerta, como si una barrera invisible le impidiera pasar. Y en cierto modo era así. Toda la casa estaba iluminada por la luz de la tarde, excepto su habitación que se encontraba a oscuras, invitándole a que se acostara para conciliar el sueño. El pequeñajo no aceptó la invitación. Muy al contrario, se alzó sobre sus puntillas, para alcanzar el interruptor de la luz..pero aún le faltaban unos cuantos meses, o unos pocos años, para llegar hasta ese nivel. No se dio por vencido y volvió sobe sus pasos para buscar una solución al dilema que se le planteaba ¿entrar en la habitación a oscuras, para dormir?, ni pensarlo. En el centro del techo, había una bola, que cuando apretabas el trozo de plástico cuadrado que había en la pared, se iluminaba. Haciendo la estancia igual de acogedora que el resto de la casa. Pero esa tarde, por algún motivo, esa bola no emitía luz.
El pequeñajo, recordó entonces, que para comer, le colocaban una especie de taburete sobre la silla para que llegase bien a la mesa, y entonces relacionó ese taburete con el trozo de plástico cuadrado de la pared. Intuía que la solución estaba allí, en la silla de la cocina. con lo que, de nuevo, encarriló su marcha a través del comedor, el pasillo y la cocina, hasta la silla en la que creía que iba a estar la solución para su problema. El problema fue, que sobre la silla no había nada. Pero el problema mayor vino, cuando vio a su padre acercarse con el taburete en la mano.
Su periplo había terminado.... Papá ganaba de nuevo....
...a la cama.

5 comentarios:

maite mangas dijo...

Los peques no se quieren ir a dormir porque tienen miedo a la oscuridad, pero lo que hay en la oscuridad sale de su imaginación, y los niños ahí son una superpotencia. Yo intento encauzar esa imaginación hacia el "lado de la fuerza", para que se alejen del "lado oscuro", jeje, pero lo desconocido y misterioso les atrae más. ¡y se montan unas pelícuas!

churricos dijo...

¡Como lo sabes!, ademas de las peliculas que se montan, es la precocidad con la que aprenden a querer darte la vuelta. Pero ahí estamos nosotros para decirles "donde tú estás, yo estuve".
Gracias por tu comentario, y bienvenida a mi humide rincón.

Dyhego dijo...

¡Ay, los churumbeles no quieren dormir nunca, los puñeteros!

una pez payaso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
María dijo...

Los niños de ahora son muy listos,
a veces te dejan asombrados...
con sus razonamientos.

Un besico murciano.